En las oportunidades que he tenido de visitar la ciudad de Oaxaca en la segunda mitad del mes de julio, nunca me pierdo la “Guelaguetza”, un hermoso y colorido festival que se realiza en un auditorio abierto, de igual nombre, y que presenta música y danzas de las ocho regiones en que se divide el estado.
Pero entre las muchas actividades que se realizan para disfrute de oaxaqueños y visitantes en torno a estas fiestas, una de mis preferidas es “Donají, la leyenda”, un espectáculo de luz y sonido que recrea la historia de amor y heroísmo de la princesa zapoteca Donají —hija de Cosijoeza y Pelaxilla— y Nucano, príncipe mixteco.
“Donají, la leyenda” se escenifica los dos domingos previos a los llamados “Lunes del Cerro” en que se presenta la Guelaguetza. Desde el inicio de la puesta en escena, el sonido de los tambores y caracoles que inunda el auditorio, y la luz de las antorchas que artistas ataviados con penachos guerreros llevan mientras recorren los pasillos, te transportan a la atmósfera de ímpetu y valor de los tiempos prehispánicos.
Bajo la fresca noche oaxaqueña, un narrador explica cómo Donají —cuyo nombre significa “alma grande”— fue predestinada por los dioses al nacer, para dar la vida por su pueblo. Pasados los años, durante una batalla entre ambos pueblos, Donají se encuentra con Nucano, herido, y nace el amor entre ellos. Vencedores, los mixtecos piden a Donají como prenda de paz y la llevan a Monte Albán, donde, en un intento de su padre por rescatarla, es decapitada por un guerrero mixteco.
Las coreografías, la música y las luces crean un fascinante marco a la recreación de esta leyenda, y uno se siente por momentos emocionado y en otros conmovido por la narración, cuyo final no contaré para motivarte a ir a Oaxaca y disfrutar este bello espectáculo que culmina entre aplausos y la belleza de los fuegos artificiales que son encendidos como espectacular broche de oro.